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Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

domingo, 20 de julio de 2014

Ella

Suelta, en el camino,
vuela ella, y va dejando
el  aroma de las sonrisas.
El  lugar donde juega su alegría,
tiene los  colores de la inocencia.




Una palabra puede ser
la clave de su secreto,
y es en la mañana esplendorosa,
que al mismo tiempo
 nace su fulgor.




El aire tibio
recoge sabores dulces
que produce su aliento,
y entre pétalos que vibran,
su piel se convierte
en olas de terciopelo.


 



Desde que sus movimientos
alteraron algún equilibrio
de nuestro alrededor,
nada ni nadie reclama volver
a ese estado anterior.








Es entonces, que deseamos
seguir festejando
la creación de su
nueva danza sensual
que invita a erotizarnos.



Esa, su voz,
pronuncia las palabras
solo, con el fin de comunicarse,
pero deja latente este embelesamiento,
de querer volver a escucharla.

 De todos los fuegos… (dedicado a María)


La vida en su desandar va dejando un colorido inexplicable.
Se enfrenta a la luz cada vez más tenue, una mirada que pierde su brillo y va diluyendo las aristas remarcadas para convertir a los objetos en fantasmas inmóviles, quietos, casi esfumados.
Mientras tanto, hay que sostener la pesada carga de quien vibra sin conjugar con la melodía que recorre todo.
Ahí está, una  tarde que nos mancha.
Ahí está, también, esa brisa que descubre un rumor y es, tal vez, la sonoridad del lenguaje en el que se expresa cada cosa viva o muerta que encuentra en su camino.
Ahí está,  la mueca de dolor que abarca desde las entrañas hasta el mismo color gris de la angustia.
Una canción llena la melancolía.
A veces, la tristeza es un sentimiento que elegimos.
Entonces, viene bien saber que el sol que todavía entibia, es para no olvidarlo, y despierta la creencia en “la eternidad de un instante”.


De todos los fuegos…

“Pra voce”:

Atravesar el silencio para hacerte llegar las palabras que encierran el consuelo de una caricia.
-Sí… hay una manera de llenar los silencios para espantar el desierto que dejan las soledades. Te busco en la pronunciación de cómo recorre tu voz el lenguaje dentro y fuera de mí… Entonces, me acomodo para encontrarte en el sonido complaciente de los fonemas que transportan en el aire, suavemente, cada palabra.


Abrigar la soledad con la ternura de un rumor tibio que parte desde el aliento.
-Aquí, el privilegio de escucharte sí se te escapa un suspiro. Sin querer escudriñar sobre él, sin querer invadir sus secretos, solo acompañarlo con mi silencio y que tenga “el camino” abierto para expandirse.

Perezcuper
(Extraído del libro “Tratado del viento”, página 140)