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Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

viernes, 21 de febrero de 2014


El espacio y el tiempo se desgranan:
                                                                     Se convierten en pequeñas referencias, ínfimas partículas, quizás, susceptibles de medirse en un nudo de emociones pues ellas, las contienen.
“La materia en la que late la vida y adquiere conciencia”, va desandando caminos sembrados de obstáculos para intentar desarrollar -entre otras cosas- lo afectivo en su plenitud.
Ese órgano autónomo, medidor absoluto de lo emotivo, Corazón Delator, va recopilando con fina sensibilidad cada caricia, cada golpe del desprecio, cada nota musical, cada fonema que compone el argumento del discurso, en fin, cada sentimiento. Así, acumula el espacio-tiempo en que se mueve nuestro espíritu. Alma que divaga, energía que ilumina, o que se diluye para opacarnos.
Desde el territorio de otro cuerpo, un sin fin de emotividades nos entrega energía para traspasarnos y en esa conjugación de nuestras almas, descubrirnos la luz que demuestra opacidad o que deslumbra. Flashes de empatía o antipatía, mínimos resuellos, huellas que nos obligan a rememorar.


En este “no lugar” que es “la pantalla”, se reproducen los símbolos, las imágenes y los sonidos, un lenguaje multimedia que fabrica quien interactúa y también, quien decodifica.

Entonces, ahí, estamos con los…

Fabricantes de cantares

Subrayo que, la alegría se derrama
en el rostro de los niños,
está en aquella flor que se subleva
en el barro del pantano,
en el sol que entibia justo,
cuando la sonrisa se dispara.
La alegría está en el viento que nos lleva
a descifrar el vértigo de la libertad,
va en la gaviota convertida en suspiro.

Subrayo más aún, que la alegría
puede dominar en nuestros cuerpos.
Ser adjudicatarios de ese gesto de placer.

Cuando se hace presente el amor,
 redunda tu dulzura en el canto que entregas.

Es tu canto que envuelve para aromatizar
el núcleo de mi espíritu.

Vaya tu canto a templarse en mis vibraciones,
recorriendo la melodía del cuerpo
que se dispone a contemplarte.


Vaya tu canto al simulacro de mi salvación.
Ahí, determinante, sube tu voz
hasta reflejarse en la mirada pedigüeña,
y en los brazos extendidos
con que te reclama mi orfandad.

Sea ese canto que multiplica
el coraje en las batallas,
el que rubrique el entusiasmo,
el que nos haga invencibles.

El Canto De La Esperanza.


De todos los fuegos...